lunes, 25 de marzo de 2013

Lunes en Prem Dan

por José María

En medio de la algarabía habitual en la sala de los voluntarios de la Casa Madre, aparece Franki con su áurea de un persona especial. ¿Se acordará de mi?, como no, nos fundimos en un abrazo de esos que pocos saben dar y que fue continuación al de la despedida del año pasado. ¡Que alegría!. Salimos andando hacia Prem Dan y me contó como iban sus proyectos de montar una ONG, mal, todo muy complicado, burocracia, sin financiación, por ahora seguirán haciendo lo mismo, colaborando en proyectos que les resulten interesantes y seguir siendo libres.

Charlando con Franki camino de Prem Dan
El camino es el sitio ideal para charlar sobre lo humano y lo divino mientras se observa a cada paso el mundo de suciedad y de los malos olores mezclado con la alegría y ganas de vivir de las gentes de Calcuta que ven con normalidad como las vacas (¿sagradas?) están rebuscando en la basura mientras otros justo al lado desayunan un té con un mejunje amarillento envuelto en pan "chapati", justo al lado de la pescaderia con los peces en el suelo procedentes del río Hoogli, lugar de inmolación de los muertos. ¡Esto es Calcuta!





Vista del patio de los hombres desde la terraza de las mujeres


Algunas cosas han cambiado en Prem Dan, los hombre gozan de más zona de sombra, pues han ampliado el  techo en el patio y a las mujeres les han habilitado parte del jardín para que puedan salir al aire libre. También había una zona el año pasado destinada a los "moribundos" que como ya han vuelto a abrir, después de una reformas la casa de Kalihart, Franki y Pau lo han convertido en una zona de rehabilitación con algunos aparatos que algún gimnasio occidental desprecio hace al menos 40 años.

La cara de algunos enfermos me resulto familiar, ya estaban el año pasado, también eche de menos algunos que ahora no estaban. Las faenas empiezan como siempre, baldear el suelo y barrerlo y acto seguido ayudar al aseo de los internos. Ya aprendida la lección del año pasado, iba bien provisto de maquinillas de afeitar, jabón y cortauñas, lo que me convirtió casi en el estilista oficial del lugar. Este año también empecé a dar masajes y ayudar a que las extremidades empiecen a coger un poco de tono, haciéndoles pequeños ejercicios, siempre orientado por Franki. Es en este contacto con las personas lo que más enriquece al voluntario, en descubrir como pequeños gestos, sin importancia para nosotros, ellos lo traducen en verdaderas muestras de cariño que reciben, aceptan y agradecen con una tranquila efusividad que conmueve.

Totan, Irene, Maite, el menda y Franki
La hora del té, debajo de la marquesina es uno de los momentos mágicos para los voluntarios. Ellas con pañuelos en la cabeza, delantales y pantalones anchos y ellos más "giris", con pantalones cortos y camisetas. Es el momento del intercambio de experiencias pasadas: ¿cuanto tiempo llevas aquí  ¿de donde eres? ¿cuando has venido? y futuras ¿cuanto tiempo te vas a quedar? con admiración por los que hablan de varios meses. Entre ellos está Juan un empresario recién jubilado que allí está para quedarse dos meses después de haber consultado con su mujer y sus cinco hijos y explicado su necesidad de entender algo más de la vida que no le explico el mundo de los negocios.


Pero este año es todo distinto, aparecieron las guitarras, la de Carmen la tocaba Irene, dominadora también de estas artes y con Juan como solista nos arrancamos con "Rosas en el mar", coreada por todos los españoles. Acto seguido le pasamos una guitarra a un ingles que nos maravillo a todos cantando I´m yours de Jason Mraz y ahí tienes a todos los ingleses cantando, pero para nuestra sorpresa agarró la guitarra un japones y ahí ves a todos los japones cantando una canción preciosa en un idioma difícil de traducir.

Una vez terminado este momento nada volvió a ser igual en Prem Dan esa mañana, apareció otra guitarra de un voluntario que se fue con los hombres a cantarles e Irene, Isa, Totan y yo nos fuimos al pabellón de las mujeres a cantarles canciones.
Isa y Marí Luz

La cosa empezó un poco sosa, solo nos miraban admiradas pero no reaccionaban, sin embargo apareció Marí Luz, una marchosa mujer de unos 70 años que precisamente ese era su último día después de tres meses en Calcuta. Ella empezó a levantar a las enfermas y a hacerlas bailar con las canciones más bailongas de nuestro repertorio y aquello se convirtió en un guateque. Al terminar, a la hora de irnos, Mari Luz lloraba desconsolada por los pasillos del pabellón sin poder despedirse de ninguna interna. Pero el voluntariado es así, ella se va y llegan otras a sustituirla por que tiene que haber otras, si no, ¿quien daría cariño a esas personas abandonas? las Hermanas no son suficientes, son muy pocas. La labor del voluntario con los internos, aunque parezca pequeña, al ser continua es como si tuvieran a alguien siempre a su lado, aunque la cara sea distinta, pero el cariño es el mismo.

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