domingo, 24 de marzo de 2013

Domingo de Ramos en la Casa Madre

por Carmen

No puede haber  mejor comienzo: 6 de la mañana, y con las primeras luces del día nos reunimos para la Misa de Ramos en la Casa Madre. Las monjas repartieron a cada uno ramitas de palmera, que fueron benditas antes de ir en procesión desde el patio hasta la capilla de la planta superior. Allí la imagen de Madre Teresa, tan sencilla como ella, ocupa su pequeño espacio, pero lo llena todo. El silencio es respetuoso; todos los voluntarios a un lado, oyendo los cantos de las hermanas que suena como una sola voz, rezando cada uno en su idioma, una misma oración.
Jesús entra en Jerusalén entre aclamaciones y nosotros, en Calcuta. La ciudad está muy viva, con gente de incesante devenir moviéndose como hormigas, llena de calor, de olor, de color, de pobreza, de sonrisas… La entrada a la Calcuta de Jesús, a una verdadera y presente Jerusalén.

Hoy no hemos tenido demasiada suerte y no nos han asignado trabajo para esta mañana y sin embargo ha pasado algo increíble, pues hemos  podido cantar la oración de Madre Teresa que compusimos en Roma en su honor y que ella rezaba a diario. Ahí, frente a su tumba, con timidez y respeto, y como audiencia Sister Linn, una de las superiores de la orden, que amablemente nos permitió cantar y además nos escuchó emocionada, de rodillas apoyada en la tumba de su “Madre”… ¡es de esas pequeñas cosas! No se borrará jamás de nuestro recuerdo.




Allí han estado todos y cada uno de los Janeiros, nuestras familias, nuestros amigos, nuestras cruces misioneras enredadas entre sí.  Sólo  por ese momento ya ha merecido la pena cargar con nuestras viajeras guitarras, y por esto le damos gracias a Dios.
Hemos aprovechado la mañana visitando la ciudad, viendo sus gentes, su forma de vida, intentando comprender… guiados por nuestro amigo Totan. No se nos borra la sonrisa de la boca a pesar de la suciedad  y la miseria ¿Qué tiene Calcuta? ¿Qué vio en ella Madre Teresa que la enamoró hasta su muerte? ¿Qué significa para nosotros? ¿Qué podemos hacer aquí? ¿Qué hacemos aquí?

A las tres, puntuales, nos presentamos de nuevo en busca de trabajo, pero lo más que encontramos fue una visita a la casa de Sushi Bavan con los niños mal llamados desamparados. No, puede que estén enfermos, inválidos, ciegos, mal formados, pero no están desamparados. Al entrar nos quedamos algo abrumados por la realidad que visualizamos. Niños pequeños que no se sostienen en pie, algunos tumbados en alfombras, otros en sillas, otros en cunas colocadas en filas y columnas como un dámero. Varias cuidadoras se encargan de ellos, de sus pañales, de sus medicinas, de sus comidas, y los voluntarios intentamos ayudar aunque no sabemos muy bien cómo. Poco a poco nos fuimos metiendo en harina y acabamos la tarde mezclados con ellos, abrazándoles, acariciándoles, cogiéndoles en brazos, jugando a la pelota, riendo con ellos, ayudándoles a comer. La primera impresión fue desagradable, pues parece una injusticia que pueda haber niños así, pero las hermanas han visto en ellos a Jesús y nosotros también. ¡Qué suerte! Hemos tenido en brazos a Jesús, le hemos hecho reír le hemos dado de comer, hemos decidido ir allí todas las tardes, si Jesús esta tan cerca, ¿cómo vamos a dejar de ir a verle?.

Carmen

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