Por Irene
Después de dejar atrás la gran Calcuta, con lo que eso cuesta y supone, soy capaz de mirar atrás y escribir estas líneas por si a alguien le pudiera interesar.
Durante este bonito viaje nos han pasado cosas increíbles, inolvidables, se han dado demasiadas causalidades (que no casualidades) que nos han tenido “abiertos en canal”, como lo llamábamos de broma entre nosotros, o mejor dicho, con una sensibilidad especial, una receptividad del cien por cien y una disposición para acoger positivamente cada minuto del día. Mis amigos de Orense decían que estábamos enamorados todo el día, enamorados de la vida.
Una de las
cosas más bonitas de las que allí disfrutamos fue un paseo en barca por el río Hoogli. Gracias a
este paseo comprendí el verdadero
significado que se le da a un barrio de Calcuta ; “ La Ciudad de la Alegria”.
Los calcuteños
se amontonaban en los ghats, los escalones que bajan al río, lavándose
concienzudamente los colores de la fiesta del día anterior: el Holy, la fiesta
de los colores, fiesta que tuvimos la suerte de vivir coincidiendo con nuestra
Semana Santa.
Todos alegres, todos ilusionados, todos sonrientes, los calcuteños se lavaban en el río con amor y esmero el color rojo, el color de la pasión. Pasión con la que hacen las cosas, las tareas cotidianas, como este baño diario, en el que se frotan todo el cuerpo hasta dejarlo impoluto.
Se lavaban el
verde, el color de la esperanza. La vimos en todas sus caras. Fueran cuales
fueran las condiciones de pobreza, en
ellos siempre vi luz, una luz brillante.
Se lavaban el
naranja, el color asociado a la religión. De todos ellos emana la
espiritualidad, la fe en sus diferentes dioses. Observé el amor con el que les
hacían las ofrendas a sus dioses bajando la
cabeza con sumisión.
Se lavaban el
azul, el azul de la pureza. Durante esos días tuvimos la suerte de poder estar con
niños y ancianos de corazón puro. Así son los niños de Sishu Bhavan y los abuelitos de Prem Dan. Enseguida lo
sientes, lo ves en sus profundos ojos cuando te miran.
La
comunicación con las personas de estos centros de Madre Teresa es muy grande a
pesar de la barrera del idioma. Entra en juego otro lenguaje universal
entendido por todos, el lenguaje del amor. Cuando se le pierde el miedo a esta
nueva lengua los canales receptivos se abren y empezamos a darnos cuenta de
cuánto recibimos de estas personas: un pequeño gesto, una mirada sincera, una
caricia, una sonrisa, una palabra, unos brazos que te acogen, que te dan la
bienvenida, unas palabras de gratitud, una bendición, un masaje en la cara, el
esfuerzo de hacerte una trenza perfecta, un abrazo…
Increíblemente salimos de los centros llenos de alegría, cargados de luz y energía por haber hecho pequeñas cosas con amor.
Increíblemente salimos de los centros llenos de alegría, cargados de luz y energía por haber hecho pequeñas cosas con amor.
Se lavaban el
amarillo, color de la humildad y generosidad. En varias ocasiones pudimos
comprobar que la generosidad no tiene que ver nada con las cosas que tengas. Tuvimos la suerte de
que nos acogiera un bengalí y su familia, Ellos nos dieron una lección de humildad y
generosidad. Les estaremos siempre agradecidos por su hospitalidad.
Se lavaban el
negro, el color de la pobreza, el de la miseria, el de la basura, el de la injusticia,
el color del que no ve por igual a todas las personas, del que discrimina por
la piel, por las castas, por el dinero…Muchas de las calles de Calcuta estaban
teñidas de este color.
Se lavaban el blanco, el color de las Misioneras de la Caridad que con tanto amor atienden a los más pobres de entre los pobres, propulsadas por el motor de Madre Teresa, que las guía desde el cielo.
La labor de las hermanas se extiende por toda la ciudad, siendo sus centros la única salida para muchos desamparados. Ellas nos han enseñado que lo importante no es hacer grandes cosas, sino hacer pequeñas cosas con amor. Esa es la lección más grande que aprendemos los voluntarios allí, tras recorrer medio mundo para intentar dar lo mejor de nosotros mismos. Vamos con la mentalidad de hacer, hacer, hacer y hacer, y nos sentimos inútiles cuando nadie nos dice qué. Sin embargo, al estar allí con ellos acompañándoles, les estamos regalando lo más valioso para nosotros, nuestro tiempo.
Calcuta siempre estará en nuestra memoria, siempre viva, la ciudad de los Colores, la ciudad en la que conviven en el más armónico caos miles de personas que nos acogen a los voluntarios con nuestras pobres conciencias, ciegos, sordos, inválidos para darnos cuenta de lo verdaderamente importante.
Adelante... Calcuta no os dejará indiferentes…
Irene de Marcos
Amiga ya sabes, lo que yo sentí y pude percibir en mi viaje a Calcuta. Siempre tendré presente aquello que me dijo Maria: Calcuta a ti te cambiará, y eso hizo. Desde el primer momento, desde que se abrió la puerta del avión en aquel aeropuerto, sentí la sensación de estar en casa, y así fue. Se, no se cuando aun, que volveré; tengo esa necesidad; espero que volvamos juntos; por que lo esencial es aquello que no se ve con los ojos, sino con el corazón, ya sabes :)
ResponderEliminarQuerida Irene: ¡qué bonito relacionar los colores con las vivencias en Calcuta! Me he sentido plenamente identificada, y aunque los recuerdos aún no son tales, pues están presentes en mi mente a todas horas, has hecho que reviva nuevamente sensaciones indescriptibles, compartidas en miradas, gestos, lágrimas, risas, silencios… Os echamos mucho de menos a Isa y a ti: nos habéis aportado frescura , alegría, amistad… Ya formáis parte de un trocito de mi corazón reservado para esas “pequeñas cosas” que nos cantaba Jose, pero ¡tan grandes en realidad! Gracias por haber colaborado a hacer de mi voluntariado en Calcuta una experiencia única e inolvidable: una auténtica oración. Espero veros pronto a las dos. Os quiero. Carmen
ResponderEliminarPrecioso y real. Un beso muy fuerte
ResponderEliminarIrene me da mucha alegría el leerte, contagias un espíritu de solidaridad, de entrega, de camino y proceso en tu vida, en una experiencia tan bonita como fue el haber ido a Calcuta. Encontrarte con tanta gente que ha sembrado vida en tu vida es maravilloso, es un tesoro que tu misión es el conservarlo y compartirlo cada día. Un abrazo grandoteeee
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